
Reflexiones.
El analógico me proporciona dos placeres que nunca encontraré en el digital. De un lado, el proceso conseguir la imagen se alarga, por lo que, aunque es más trabajo y corres más riesgos, disfrutas más aún. De otro, el analógico me da algo de lo que he quedado prendado: el negativo.
Esta entrada tiene que ver con la importancia del festival de fotografía analógica Revela’t en mi proceso de transición.
Hice un taller de revelado en Contado Pierde. Cuando saqué del tanque de agua el carrete revelado en el que podía ver las fotos realizadas exprofeso para el curso, sentí una inmensa alegría.
El título es un mera atracción para que hagas clic y me leas, porque poner Un día de Alex Varas, el que repara cámaras y no el portero de futbol retirado puede no atraer lo suficiente.
La impresión lith, para mí, trata de papeles antiguos. Trata de revelar lentamente a ojo hasta que la fotografía esté justa. Trata de estudiar los ‘looks’ de los papeles como resultados de los diferentes parámetros del proceso lith e imaginar un motivo que veo en uno de estos ‘looks’. Pero cuando entro el cuarto oscuro, cuando tengo el revelador en la placa calefactora, también trata de trabajar con lo que sucede.
El concepto de fotografía vernácula de viajes es el que me ha llevado a escribir este artículo, a partir de una fotografía que la gran Ana Cayuela se encontró al lado de un contenedor y que amablemente me regaló.
Pronóstico del tiempo: Nublado y llovizna. 3 días fuera, 3 rollos, ISO 400 y pillo los Tri-X. ¿Cámara? Algo ligero. Solo una, me prometo. Miro las TLR ligeras… Y todas han sido usadas este año, excepto mi Yashica Mat.