Bloqueo fotográfico
El otro día le escribí a Nuria y le dije algo así como: “Hola, Nuria, tengo ganas de escribir”. Lo curioso es que era una gran mentira. No tenía ganas reales, pero sí sentía la necesidad interna de empujarme a hacer algo más con esto en lo que apuesto día tras día. Como siempre, Nuria me animó a hacerlo. La gente de Disparafilm está para eso: para apoyarnos, sostenernos, incluso cuando la inspiración no aparece.
Así que, con ese pequeño consenso tácito entre ella y yo, aquí estoy, escribiendo. No sé si lo analógico será el centro de este texto, aunque sí tendrá su protagonismo. Es uno de mis medios de expresión, pero no el único. Lo que realmente quiero compartir es algo que nos atraviesa a muchos y de lo que se habla poco: el bloqueo creativo. Más concretamente, el bloqueo fotográfico.
¿Alguna vez has sentido que te faltaba motivación? ¿Que dudabas de tu lugar dentro del universo fotográfico, tan vasto y exigente? A mí me ocurre desde siempre. Llevo casi 15 años haciendo fotos y esa sensación todavía aparece. Lo que ha cambiado no es el bloqueo, sino cómo me enfrento a él. Antes, el miedo al fracaso y la vergüenza me paralizaban. Hoy, aunque esas emociones sigan presentes, ya no me detienen.
Hace poco más de un año trabajaba en un sitio monótono que me consumía más de la mitad del día y casi toda mi energía creativa. En ese espacio, con un auricular escondido, escuchaba los pódcast de Disparafilm como una forma de evasión. Soñaba despierto. Un día —igual a todos, pero distinto sin saber por qué— entré en su página web y vi un botón que decía “contacta”. Les escribí sin grandes expectativas. Vivo en Tucumán, una provincia del interior de Argentina, y pensaba que la distancia sería una barrera. Pero para mi sorpresa, Chechu me respondió. Me hizo entender que el lugar donde vivimos no determina el lugar al que podemos llegar. Me invitó a escribir en el blog y, sin pensarlo dos veces, acepté.
Ese gesto, sumado a un libro que recomiendo muchísimo —El camino del artista, de Julia Cameron— me empujaron al vacío. Me ayudaron a confiar en mí, a leer las señales del universo y a comprender que pasar nueve horas en un trabajo que odiaba solo me alejaba de mí mismo. También me ayudó una frase de un amigo: “Si cada mes tienes el sueldo asegurado, nunca te vas a atrever a hacer nada. Cuando necesitas generar lo tuyo para vivir, el miedo y la vergüenza pasan a un segundo plano”. Desde ese salto, dejé atrás muchas certezas económicas, sí, pero gané coraje: me atreví a dar talleres, charlas en espacios culturales, a exponer mis fotos y a mostrarme tal como soy.
Y ahí volvemos al bloqueo fotográfico. Esa sensación de vacío visual, de no saber qué decir con la cámara, o de dudar si lo que haces tiene algún sentido. Puede aparecer por saturación, agotamiento, comparaciones, presión interna o incluso por estar demasiado cómodo. A veces no es falta de ideas, sino exceso de juicio. Es más común de lo que parece, pero se atraviesa. No con perfección, sino con impulso. A veces, todo empieza escribiéndole a alguien y diciendo que tienes ganas —aunque no sea del todo cierto— para que algo se active.
Si alguna vez te sientes mal, si dudas de ti, si miras tu trabajo y no ves valor, quizás estés atravesando lo que llaman el síndrome del impostor. Ese fenómeno psicológico que nos hace dudar de nuestros logros y vivir con el miedo constante de ser descubiertos como un fraude. Aprender a convivir con esa voz interior —y avanzar igualmente— forma parte del camino. A veces basta con subir un escalón por día. O con escribirle a alguien como Nuria.
Y si aún no te atreves a escribirle a nadie en busca de ayuda, aquí te comparto algunos recursos que a mí me sirvieron:
Las páginas matutinas: Una práctica diaria en la que vuelcas lo que tengas en la cabeza, sin filtro. Ayuda a liberar pensamientos negativos y, muchas veces, emergen ideas que ni imaginabas.
Leer: No solo libros sobre fotografía. La ciencia ficción, los ensayos y los libros sobre creatividad expanden el horizonte. Recomiendo Roba como un artista, de Austin Kleon, además del ya mencionado El camino del artista.
Tener referentes: En mi caso, Eggleston y Capa. No solo por su obra, sino por su forma de mirar el mundo y su manera de habitar el tiempo.
La envidia como brújula: Julia Cameron lo expresa así: “si envidias a alguien, probablemente esté haciendo algo que tú también quieres hacer, pero aún no te atreves. No lo veas como algo negativo; míralo como un faro”.
Vivir en el ahora: Anclarse en el pasado es quedarse en algo que ya no se puede cambiar, y el futuro —siempre incierto— puede paralizarnos. El único terreno donde tenemos margen de acción real es el presente.
No sé bien qué fotos acompañarán estos textos. Supongo que serán algunas que reflejen mi forma de mirar el mundo, de hacer fotos. Vivo por y para la fotografía. Me acuesto y me despierto pensando en imágenes. Organizo mi vida en función de esas ganas. Hoy vivo de dar talleres, tanto presenciales como online, y, con toda sinceridad, nunca me he sentido tan libre como ahora. Estoy viviendo cosas que antes solo leía en libros. Y cuando dudo de aquel salto al vacío —como cuando envié aquel mensaje sin saber de qué iba a escribir— me acuerdo de todo esto. Y quizás eso —esa libertad conquistada con coraje, intuición y renuncias— sea parte del verdadero premio.
Y si no tienes a quién escribirle cuando te sientes así, aquí estoy. Lee esto como una puerta abierta. Escríbeme, cuéntame, y buscamos juntos la forma de salir adelante. Nadie debería transitar el bloqueo en soledad.