Un año con la Pentax 17
En diciembre de 2024 decidí sucumbir al capitalismo y comprarme la cámara de la que todo el mundo llevaba meses hablando: la Pentax 17. Mi idea era probarla, disparar un par de carretes y devolverla, pero la historia no acabó exactamente así.
Por si no la conoces, la Pentax 17 es una cámara de medio formato, es decir, hace dos fotos por cada negativo de 35mm. Ese es el principal motivo por el que me parecía interesante: hacer más fotos, gastar menos. El segundo motivo: que es una cámara nueva ¡con garantía! La idea de probar una cámara compacta, semi-automática moderna era demasiado tentadora para dejarla pasar.
Lo curioso es que, de primeras, el manejo de la cámara no me gustó demasiado. Me pareció un poco plasticosa, el enfoque por zonas me generaba dudas y las marcas del visor me parecían difíciles de ver. Pero cuando recibí los escaneos de mi primer carrete, las fotos quedaron tan bonitas que decidí darle una segunda oportunidad. Y así, hasta ahora.
La Pentax 17 es mi cámara comodín, la que llevo cuando no sé si voy a hacer fotos o no, cuando quizás necesito flash, cuando voy a comprar el pan y vuelta a casa. Con ella hago fotos de comida, amigas, rótulos, flores, gente que viste bien a la que quiero recordar. Casi nunca son fotos muy planeadas. Y, a pesar de la poca importancia que le doy a las fotos que hago con ella, siempre me sorprenden.
Suelo gastar un carrete al mes y, de una vez a otra, se me olvida la nitidez de la lente y lo bien que se resuelve en situaciones de luz difíciles. De repente, me encuentro con una foto que hice a un papelote arrugado iluminado por una luz preciosa. Perfectamente podría no haberla hecho, pero, precisamente porque los carretes cunden el doble, la hago igual.
Sin darme cuenta, esta cámara se ha convertido en algo así como un cuaderno de bocetos analógico, en un diario de mis días y en una herramienta para experimentar. Nunca pongo mucho cuidado a las fotos que hago con ella y, quizás precisamente por eso, a veces salen fotos que no hubiese hecho de otra manera y que me inspiran a probar cosas nuevas.
Tras ocho meses de uso intensivo sin un rasguño ya no pienso que la construcción sea mala, aunque los materiales no sean los más agradables al tacto. ¿El enfoque por zonas? Fan total, la verdad. Es fácil cogerle el truco y hace que la cámara sea muy silenciosa. Las marcas del visor siguen jugándome malas pasadas y tengo que acercarme demasiado para ver cuántas fotos llevo (¡esos números son muy pequeños!) pero puede que mi miopía también tenga que ver.
A veces fantaseo con una versión de esta cámara en formato completo, pero creo que el encanto de la Pentax 17 reside en esa flexibilidad en los ajustes (ni manual ni automática) y en el uso del medio formato. Sin duda no es una cámara para todo, pero es la cámara perfecta para hacer fotos sin presión a momentos sin aparente importancia.
Si quieres ver más fotos que he hecho con la Pentax 17, pásate por mi blog, donde comparto resultados y experiencias probando distintos carretes. Y si tú también tienes la Pentax 17, puedes descargarte en mi web la chuleta que he diseñado para no olvidarte nunca de las distancias del enfoque por zonas.