La tentación del santo, 2024. Castro Prieto.
Ciudad: Madrid
Provincia: Madrid
Lugar: Galería Blanca Berlín (Calle del Limón 28, 28015 Madrid)
Horario: Miércoles a sábados 11h – 14.30h / 17h – 20h
Web: Blanca Berlín
Instagram: @blancaberlingaleria
Email: galeria@blancaberlingaleria.com
Teléfono: 91 54 29 313
Entrada: Gratuita
Nada áureo puede permanecer. El poeta norteamericano Robert Frost versaba acerca de la cualidad efímera del precioso metal. Así como el Edén se hunde en desconsuelo y el alba atardece transcurridas las horas del día, la pátina del tiempo hace palidecer el oro. Las obras que forman parte de esta exposición revelan una poética sintonía entre significantes y significados.
Así, el oro que Luis González Palma (Ciudad de Guatemala, 1957) utiliza en el seno de sus obras funciona como elemento simbólico para hacer visible ese brillo invisible, pero presente, que late en cada uno de nosotros y en el mundo. Una connotación sagrada que alude simultáneamente a la tradición de la América precolombina y al arte barroco en Guatemala.
El concepto de vanitas aparece recurrentemente en la obra de Castro Prieto (Madrid, 1958) mediante el uso del oro y el vidrio. Ambos señalan la naturaleza efímera de la riqueza y de todo aquello que es material. Lugares y objetos donde lo que era importante deja de serlo, aquello que otrora tuvo esplendor, con el paso del tiempo se ha convertido en total decadencia.
Cecilia Paredes (Lima, 1950) añade oro a bordados de seda que alguna vez fueron dorados, para devolverles un pretérito resplandor. Aquel tiempo, ahora depositario de anhelos y nostalgias, suelta lastre y se recupera aliviando en parte las tristezas de la memoria.
Gracias a su brillo inherente, el oro ha sido un metal muy apreciado desde tiempos remotos. Utilizándolo en impresiones sobre cristal, Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) consigue que sus obras, además de tener luz propia, conecten con los inicios de la fotografía, con aquellas placas de vidrio que antecedieron a la película fotográfica.
También Bohnchang Koo (Seúl, 1953) reflexiona sobre la ancestral fascinación por este símbolo de esplendor que ha coronado dinastías y adornado linajes. El oro enfatiza la soberanía y la riqueza de aquellos con poder absoluto. Sin embargo, todos los que intentaron poseerlo han desaparecido. No así, la espléndida belleza de las reliquias doradas que recuperan el brillo en sus imágenes.

