Retratos y otras movidas

Aprendí a revelar negativos un verano de los años 80 con mi tío Antonio en Tenerife y desde entonces, siempre fui con mi cámara de carretes (me cuesta llamarla analógica) a todas partes. Nunca pretendí hacer ningún trabajo de investigación ni de reportaje en sentido estricto, sino más bien fotografiar mi vida cotidiana, reflejar con mi mirada los ambientes, los paisajes, los viajes y, sobre todo, las personas que me rodeaban. Nada más.

Durante esos años 80 disparé más de 5.000 imágenes, cientos de carretes que conservo de forma casi religiosa en una vieja maleta. De ese maravilloso archivo, extraje hace un par de año las 31 imágenes que mejor representan mi imaginario visual de esos veranos en Tenerife con toda la familia, imágenes que terminé convirtiendo en mi primer fotolibro: Y al fin volar y una exposición fotográfica del mismo nombre que ha estado disponible en lugares como Tenerife, Vitoria-Gasteiz y Zarautz.

Pero aquí vengo a contaros otra historia. Otro rescate de esa maleta de negativos. En esta ocasión, he decidido dar luz una serie de retratos realizados en esa época. Me gusta retornar a ellos, descubrir nuevas miradas, disfrutar con esa estética tan particular de chupas de cuero y pelos cardados que no volverá. Podéis seguir la serie en mi cuenta de Instagram.

Como veréis, en general, no se trata de retratos elaborados, sino más bien capturas de momentos espontáneos de las personas con las que compartí esos años. Estos retratos robados reflejan, para mí, mucho mejor el alma y la forma de ser de las personas que los retratos preparados. El acto de posar hace que, muchas veces, fabriquemos otro cuerpo creando una sensación de inautenticidad o de impostura.

Una carcajada, una mirada al infinito, un rostro oculto por las manos o una mueca extraña pueden reflejar muchas veces mejor los sentimientos de una persona que miles de palabras, ¿no?

No esperéis, en esta serie, elaborados procesos creativos o técnicas de revelado complejas. En realidad, aunque siempre fui metódico en mis procesos de revelado y positivado en laboratorio, nunca presté demasiada atención a esos asuntos. Casi todas las fotografías de esa época las hice con una réflex Minolta XG1 que todavía conservo y mi película preferida siempre fue, y sigue siendo, HP5+ 400 de Ilford. Poco misterio.

En definitiva, esta serie sólo tratar de revelar la autenticidad (incluso inocencia) con la que disparaba en aquellos años y el deleite (incluso nostalgia) con el que edito ahora esos retratos casi 40 años después.

Y tú, ¿eres más de profundizar en procesos y técnicas o de dejarte llevar por la espontaneidad del momento?

Josetxu Silgo

1966. Fotógrafo nacido y residente en Vitoria-Gasteiz y economista en sus ratos libres. Su trayectoria tiene sus comienzos en los años 80 con un amplio bagaje en fotografía de película de carácter autodidacta. Años más tarde completó su formación fotográfica en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria-Gasteiz. Su trabajo ha sido premiado en varios certámenes y desde 2013 forma parte, junto con Iván Martín, del colectivo fotográfico Gasteiz Atelier. Como colectivo han realizado varios trabajos que han sido expuestos en muy diversos espacios. En 2023 publicó su primer fotolibro: Y al fin volar.

https://www.josetxusilgo.com/
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