Brutalismo Revelado en 35mm: Fotografiar la Facultad de Ciencias de la Información con Kodak Vision3 250D a ISO 64
Hay edificios que no se fotografían: se interpretan. La Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid es uno de ellos. Un bloque brutalista que, más que un espacio académico, parece un escenario latente, cargado de memoria visual. Un lugar donde la luz siempre llega con intención y donde el hormigón cuenta historias, incluso cuando nadie lo escucha.
Quizá por eso fue imposible no pensar en Tesis (1996) mientras disparaba estas fotografías. El film de Alejandro Amenábar convirtió este edificio en un personaje en sí mismo—sus pasillos, su geometría dura, la penumbra de sus rincones—haciendo de la facultad un marco perfecto para un thriller que también hablaba de mirar: mirar demasiado, mirar lo prohibido, mirar sin saber muy bien por qué.
En mi caso, la cámara no buscaba misterio, pero el misterio se coló solo en el encuadre.
Kodak Vision3 250D a ISO 64: una decisión para domesticar la luz
Las imágenes fueron hechas con Kodak Vision3 250D, rebajado a ISO 64, una práctica habitual para exprimir su latitud y conseguir una estética más limpia y contenida. Este negativo cinematográfico, pensado para rodajes exteriores, responde con una suavidad que transforma la dureza del hormigón en algo casi táctil.
Disparar así tiene un efecto curioso: obliga a buscar luz. Y la luz que baña este edificio nunca es ingenua. Rebota en las superficies rugosas, acaricia las aristas y abre sombras que parecen capítulos sin escribir. Cada variación de exposición revela una piel distinta del mismo cuerpo arquitectónico.
Pentax Zoom 70X: una compacta que entiende lo cotidiano
Usé una Pentax Zoom 70X, una cámara modesta pero versátil que me regaló mi novio y que pertenecía a su padre, cuya óptica produce una imagen honesta, sin florituras. Su zoom no intenta corregir la crudeza del edificio: la acepta. Y en esa aceptación surge el equilibrio entre la fotografía documental y la mirada personal.
El visor encuadra una escena donde lo orgánico —las copas de los árboles, el verde que rodea al bloque de hormigón— se convierte en un contraplano perfecto. Brutalismo y naturaleza, dos fuerzas en tensión que la película registra con suavidad gracias a la reducción del ISO.
La facultad como personaje, como reliquia y como símbolo
En Tesis, la facultad no es simplemente un escenario: es un laberinto moral. Una arquitectura que encierra secretos, pasillos que acumulan tensión, sótanos que guardan lo que preferiríamos no ver. Ese eco cinematográfico permanece en el edificio real, y se cuela inevitablemente en las fotografías.
Aunque estas imágenes no buscan la oscuridad del thriller, sí heredan parte de su atmósfera: la verticalidad imponente, las formas cilíndricas que recuerdan torres de vigilancia, las ventanas estrechas que funcionan como ojos, el contraste entre lo monumental y la fragilidad humana (como esa figura azul que asoma entre los arbustos, casi accidental, casi parte del decorado).
Hay algo inquietante y a la vez familiar. Y esa dualidad es precisamente lo que hace tan fotogénica esta facultad.
Fotografiar un edificio que ya ha sido filmado
Cuando un lugar ha sido convertido en icono cinematográfico, fotografiarlo implica dialogar con todas esas imágenes previas. Pero la película no pesa como rémora; mas bien actúa como una capa extra de lectura. Lo que el cine dramatizó, la fotografía lo resignifica.
La emulsión Kodak, la compacta Pentax y el ojo que busca nuevas narrativas consiguen que este edificio deje de ser solo un referente audiovisual para convertirse, de nuevo, en un territorio propio.
Entre el cine y la emulsión
Las fotos realizadas con Kodak Vision3 250D a ISO 64 revelan algo esencial: que esta facultad no solo se presta a ser filmada, sino que pide ser revisitada. El brutalismo, tan frecuentemente malentendido, encuentra en el negativo analógico un aliado inesperado. Y la memoria visual de Tesis se reescribe en cada fotograma.
El resultado es un encuentro entre cine, arquitectura y fotografía. Un recordatorio de que los edificios también tienen piel, historia y sombras propias. Y que, a veces, basta una cámara modesta y una película cinematográfica rebajada para descubrirlo.

