Mis 5 mejores fotos de La Almolda: Ecos de la vida rural en los Monegros con mi Canon EOS 50 y Kodak Ultramax
La Almolda. Para muchos, un nombre en un mapa. Para mí, un punto de referencia que, desde hace más de diez años, me llama de vuelta a los Monegros. Estos viajes, más que meras visitas, se han convertido en una inmersión en la España rural, en sus silencios, sus luchas y su innegable belleza. Y, por supuesto, un pretexto perfecto para llevarme mi cámara y capturar esos instantes que, de otra forma, se desvanecerían con el viento que barre la estepa.
En mi última escapada, decidí apostar por la sencillez: mi única compañera fue una fiel Canon EOS 50, una réflex que, a pesar de sus años, sigue ofreciendo unas prestaciones formidables. Montada con el versátil objetivo zoom 24-70 f/2.8L II, tuve la flexibilidad necesaria para abarcar desde vastos paisajes hasta detalles más íntimos, sin necesidad de cargar con más equipo. Para la película, me decanté por la Kodak Ultramax, una elección que siempre me da confianza por su versatilidad en diversas condiciones de luz y su vibrante reproducción del color, perfecta para los tonos terrosos y los cielos dramáticos de los Monegros.
La Almolda es un ejemplo de lo que sucede en tantas localidades de nuestro interior. La despoblación es una sombra alargada, pero la vida persiste, tenaz, en torno a la agricultura, el verdadero motor de estas tierras. Pasear por sus alrededores es toparse con vestigios de un pasado más habitado y con la incansable labor de quienes siguen labrando la tierra.
De entre todas las fotografías que hice en este viaje, he seleccionado cinco que, para mí, resumen la esencia de La Almolda y el sentir de estos Monegros.
1. El refugio en el campo
Esta imagen, con esa pequeña construcción a medio enterrar y la imponente torre eléctrica al fondo, encapsula la convivencia entre lo ancestral y lo moderno que se da en estas tierras. Es una escena que me recuerda a esos parajes que Wim Wenders sabe capturar, extraños y tranquilos a la vez. El cielo nublado y la vegetación salvaje acentúan esa sensación de lugar atemporal, donde la mano del hombre se funde con el paisaje.
2. La vida que renace
Este es un ejemplo de la tenacidad de la vida en un entorno que podría parecer hostil. Entre la maleza y las flores silvestres, un montículo cubierto de lona, coronado por una roca, se alza. Al fondo, las construcciones rurales y, sobre la colina, la silueta de la ermita de Santa Quiteria, rodeada de antenas. Es una imagen que sugiere actividad, aunque sea oculta, y la continuidad de la vida en el campo.
3. El corazón del campo
Esta es, sin duda, la estampa de la vida rural que tanto me atrae. Una casa de labor, robusta y anclada a la tierra, con sus paredes de piedra y su tejado de tejas árabes. Sus puertas de madera, gastadas por el tiempo, sugieren historias de generaciones. La composición, con la casa dominando el encuadre, pero rodeada por la exuberante vegetación de la primavera, transmite esa conexión profunda entre la edificación y su entorno natural.
4. Un punto en el horizonte
Hay algo de la melancolía serena de Tom Bamberger en esta fotografía. Una pequeña edificación solitaria, casi minimalista, en medio de un inmenso campo verde bajo un cielo que amenaza lluvia. La inmensidad del paisaje contrasta con la pequeñez de la construcción, evocando la soledad y la resiliencia de quienes habitan estos lugares.
5. Los ecos de la industria
Aunque la agricultura es el pilar, en estos pueblos también quedan vestigios de una actividad industrial pasada, como esta antigua fábrica. El letrero descolorido, "FÁBRICA DE GÉNEROS DE PUNTO", y la arquitectura sobria delatan su propósito original. La neblina de la mañana y la ausencia de actividad humana visible acentúan la sensación de abandono, de un tiempo que fue. Esta imagen es un testimonio visual de los cambios económicos y sociales que han afectado a muchas de estas poblaciones.
Estos viajes, tan alejados del entorno urbano donde me suelo mover, me permiten explorar y ampliar mi curiosidad sobre el estilo fotográfico que tanto me atrae: la Nueva Topografía. Se trata de una búsqueda constante por registrar cómo el ser humano, con sus construcciones y su actividad, deja su huella en el paisaje, a menudo de forma sutil, a veces imponente, pero siempre cargada de significado. La Canon EOS 50 y la Kodak Ultramax fueron las herramientas perfectas para documentar este capítulo más de mis andanzas, ofreciendo una mirada honesta y sin artificios. Espero que estas imágenes os transporten, aunque sea por un momento, a la quietud y la belleza de los Monegros.